Pedro y su equipo llevan varios años alimentando un extenso menú de platos para compartir, con el objetivo de que los comensales prueben varias opciones y vivan así una experiencia completa. Además, en Nueve la oferta de vinos es enorme y de una calidad no muy frecuente en la ciudad, y todos se pueden ordenar por copa; al respecto, Pedro se ha esforzado bastante, “Vivo del vino, soy un freak del vino”, dice, y el resultado es tal, que algunas etiquetas de las que disponen no se encuentran en ningún otro lugar de Bogotá.
“Si algo bueno nos dejó la pandemia —dice Pedro, empinando con gusto un petit sirah californiano— es que la mesa volvió a ser el sitio de reunión de la familia, nos volvimos a encontrar para comer, y de eso se trata Nueve.”