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El Soconusco

La ruta del café chiapaneco

Por: Inés M. Saavedra

El aroma del café es solo el pretexto para descubrir una de las regiones de México con mayor biodiversidad, donde la historia y la aventura se mezclan entre verdes infinitos.

El viaje comienza en Tapachula, a través de una serpenteante carretera en las montañas del Soconusco, cuyas alturas van desde los 600 hasta los 1,250 metros sobre el nivel del mar, muy cerca de la costa del Pacífico chiapaneco. Justo ahí se encuentra la ruta del café, un camino que conecta varias de las fincas cafetaleras instaladas en Chiapas a finales del siglo XIX. Además de producir este grano, tal como ocurre en otros países cafetaleros como Costa Rica o Colombia, hoy las fincas ofrecen hospedaje y actividades de aventura como senderismo, rappel, rutas en bicicleta, paseos a caballo, cascadas, ríos, y por supuesto, muchas tazas de café con vistas espectaculares. 

Taza de café
Las catas de café, guiadas por expertos productores, forman parte de las visitas a las diferentes fincas cafetaleras del Soconusco. (Foto: Cortesía: Finca Argovia.)

Una historia familiar

A finales del siglo XIX, el gobierno de Porfirio Díaz alentó a inversionistas extranjeros a colaborar en un proyecto agrícola para desarrollar la zona del Soconusco. Atraídos por lo que se conocía entonces como “el oro verde”, empresarios de Alemania, Suiza y Francia establecieron ahí sus fincas e impulsaron el negocio del café. Muchas de estas plantaciones aún son conservadas por la cuarta o quinta generación de las familias fundadoras, que a lo largo de siglo y medio han corrido el riesgo de perder su patrimonio por diversas circunstancias. Sin embargo, hoy, con cariño e ingenio, renuevan y diversifican sus actividades para adaptarse al mercado actual y recibir a los viajeros con una taza de café en mano.

Paseo entre las montañas
Ya sea en plan de aventura o de descubrimiento, los paseos por los alrededores de las fincas cafetaleras permiten valorar la sombra de los árboles centenarios, la presencia de las aves y el fluir de los ríos. (Foto: Cortesía: Finca Argovia.)

Entre ríos y nubes

Tapachula es la puerta de entrada a la región del Soconusco, donde las montañas de la Sierra Madre de Chiapas descienden hacia la costa del Pacífico. En la misma zona se encuentra el volcán de Tacaná, el punto más alto de la sierra, justo en la frontera con Guatemala. La altura de las montañas y la cantidad de lluvia que atraen hacen de este un paraje perfecto para el cultivo de café y un deleite para la vista, ya que la biodiversidad del Soconusco, considerada una de las zonas más verdes del mundo, abarca tanto bosques tropicales como selvas de niebla, pantanos y manglares, ecosistemas que aún albergan especies como el quetzal o el jaguar. En estas montañas, donde la temperatura oscila entre los 16 y los 22 grados, los amaneceres son como despertar literalmente entre las nubes.

Para los más contemplativos, la ruta ofrece la oportunidad de practicar senderismo y observación de aves; para los más aventureros, las rutas de bicicleta de montaña, el rafting en temporada de lluvias y los paseos a caballo. Para todos, sin importar edad, la visita a la cascada de San Francisco, formada por la caída del río Cuilco en las cercanías de Nueva Alemania, además de la apreciación de la vida rural, ya que también se siembran y se consumen cacao y una gran variedad de plátanos.

Finca Argovia
Fundada hace más de 140 años, finca Argovia no deja de adaptarse a los nuevos tiempos. Además de la plantación de café orgánico y un hotel encantador, también producen flores y follajes tropicales. (Foto: Cortesía: Finca Argovia.)

De finca en finca

Lo más recomendable es hacer la ruta en sentido ascendente, salir de Tapachula, a 177 metros sobre el nivel del mar, con rumbo a Nueva Alemania, a 1,636 metros de altitud. En total, en la zona hay 13 fincas, pero solo tres cuentan con instalaciones para hospedar a los viajeros: Irlanda, Argovia y Hamburgo. Varias de ellas se pueden visitar para conocer el proceso de producción del café o vivir experiencias de aventura.

La primera finca del recorrido es La Chiripa, a 600 metros de altitud. Esta propiedad forma parte del Grupo Edelmann y produce la variedad de café Maragogipe, una de las mejores del mundo por su aroma, acidez y tamaño. Como parte de su proyecto, protegen 20 hectáreas de bosque húmedo tropical. Después de visitar la finca para conocer todo acerca de su café, te recomendamos caminar hacia el río Cuilco y disfrutar de las vistas desde su puente colgante. Aunque si tienes espíritu aventurero, no dudes en hacer tirolesa y rappel. Ver la selva desde las alturas es fascinante.

Fundada en 1888 por el alemán Arthur Edelmann, a 1,250 metros sobre el nivel del mar, la finca Hamburgo es una de las paradas obligadas en esta ruta cafetalera. Su hotel boutique de nueve habitaciones con restaurante y spa es perfecto para explorar el mundo del café y relajarse después de los días en las montañas. Aquí también se encuentra un pequeño museo para aprender sobre el beneficio del café, desde la siembra, la maduración y la cosecha hasta el lavado y el tueste. Por supuesto, la visita culmina con una deliciosa taza del café de la familia. La mejor época para visitar este lugar es de octubre a febrero, ya que se puede ver la planta activa.

En 1880, una familia proveniente de Suiza fundó la finca Argovia; sin embargo, la familia Giesemann ha sido la propietaria desde finales del siglo XIX. En sus 141 años de historia, la finca no ha dejado de evolucionar y diversificarse. Hoy, además de la plantación de café orgánico y del servicio de hotelería que ofrecen, también producen flores y follajes tropicales como parte de su proyecto ecoturístico. Luego de visitar sus viveros y probar su café, te recomendamos dar un paseo en los alrededores, acompañado por el sonido del río y el canto de las aves.

Museo en finca Argovia
Cada parada en la ruta del café es una oportunidad para conocer la historia de esfuerzo y trabajo que hay detrás de cada taza. (Foto: Cortesía: Finca Argovia.)

Tazas de café inolvidables

El café es el pretexto perfecto para aventurarse en este recorrido lleno de historias que permiten entender la importancia del cultivo para sus comunidades. Al final del viaje, uno entiende que cada taza es el resultado de al menos cinco años de trabajo, esfuerzo y dedicación de campesinos, recolectores y productores. Más interesante todavía es descubrir cómo la experiencia agrícola y social en las fincas ha detonado el nacimiento de proyectos jóvenes que promueven su producción con un enfoque distinto. El más destacado es quizás el proyecto de Cafeólogo, cuyo recinto en San Cristóbal –Casa Cafeólogo, donde también puedes hospedarte– bien vale una visita.

El cafeólogo es Jesús Salazar, médico y filósofo de formación, quien trabaja de forma solidaria y sostenible con caficultores para crear las mejores tazas de café. Su acercamiento desde una perspectiva científica y ética permite que el diálogo en torno a esta bebida sea verdaderamente humano. Un rasgo interesante y valioso es que cada una de sus cosechas lleva un nombre en su etiqueta: Salvador, Esperanza, Eleazar… los nombres de los productores campesinos, capacitados para crear un café que marca un antes y un después en quien lo prueba.

El recorrido por las montañas del Soconusco es tan fascinante como placentero en todos los sentidos: aprender la historia de cada finca, perder la mirada en los paisajes, respirar la belleza natural de sus montañas, tomar una buena taza de café al amanecer y después salir a caminar junto a un río, mientras las aves despiertan en la selva. Esta aventura sensorial te espera en el interior de las nubes.

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Volaris opera vuelos directos a Tapachula desde Ciudad de México, Guadalajara y Tijuana.

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