Fuera de ruta

Casas Grandes

El laberinto de terracota

Por Sonia Estrada Morales​

Pequeño, rodeado de sierras y matizado en tonos tierra, este poblado guarda algo del fantástico pasado de las culturas prehispánicas en el norte del país y algunas joyas naturales.

El extraño nombre de este pueblo, impregnado de apachería, surgió a partir de la descripción que hiciera el explorador español Francisco de Ibarra en 1565 cuando vio la antigua ciudad de Paquimé. Ubicado a 270 kilómetros de Chihuahua capital o Ciudad Juárez, con callejones llenos de historia, entre construcciones del siglo XVII y XIX, los sábados de abril a septiembre se convierte en el escenario de las tradicionales callejoneadas siguiendo al burrito sotolero.

Casas Grandes, Paquimé
Un pueblo milenario

Paquimé y Museo de Las Culturas del Norte

Pocas ruinas prehispánicas resultan tan misteriosas y fascinantes como las de Paquimé, a un km del centro histórico de Casas Grandes, con un estilo arquitectónico de los pueblos del desierto: construcciones elevadas (llegaron a tener cuatro pisos) a base de barro. Lo que sobrevive hoy son las viviendas del antiguo centro ceremonial que llegó a tener unos 3,000 habitantes, una civilización contemporánea a la cultura mexica en su época de esplendor, conocida por su avanzado sistema hidráulico, su organización social, sus manifestaciones artísticas y por ser un importante enlace entre las culturas del desierto y Mesoamérica. En 1998 la UNESCO reconoció el sitio como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Juan Mata Ortíz

Este pueblo se convirtió en uno de los centros alfareros más importantes del norte desde que en los años 70 Juan Quezada Celado comenzó a producir objetos de barro que emulaban el estilo de la alfarería de Paquimé: actualmente su estilo geométrico y con diseños de trazos finos y elaborados se han convertido en piezas valiosas que han llegado a galerías de arte y museos internacionales. Ubicado a 24 kilómetros al suroeste de Casas Grandes, sus más de 300 artesanos producen algunos de los objetos más refinados del país.

Piedras Verdes
Un río cristalino

Rio Piedras Verdes

En la serranía, a 66 kilómetros de Casas Grandes, hace su recorrido este río cristalino que toma su nombre de algunas formaciones rocosas. A lo largo de su rivera se establecieron habitantes de la cultura Casas Grandes y en el siglo antepasado fue hogar de colonos mormones y escenario de correrías apaches. Este afluente del río Casas Grandes es perfecto para hacer excursiones de uno o varios días, acampar y admirar la belleza de su curso.

Valle de las cuevas

Este paraje natural, ubicado en la serranía a 72 kilómetros de Casas Grandes y surcado por el río Piedras Verdes, encierra en sus cavidades rocosas sitios arqueológicos de la cultura Casas Grandes de tal valor que son resguardados por el INAH. Podrás acceder con facilidad a la impresionante Cueva de la Olla y admirar el antiguo granero o coscomate hecho de bahareque.

Vista de la Colonia Juárez
El templo de mármol es visita obligada

Colonia Juárez

Esta vieja colonia mormona establecida en 1885 y dedicada a la fruticultura es una parada casi obligada: a 14 kilómetros al oeste de Casas Grandes, su arquitectura de estilo victoriano invita a los visitantes a caminar y disfrutar de la ribera del río Piedras Verdes, admirar la afamada Academia Juárez fundada en 1897, así como el templo de mármol ubicado en la colina. Podrás conocer más detalles del establecimiento de estos colonos en su museo Centro Histórico de las Colonias frente a la academia. No te vayas sin adquirir los deliciosos duraznos envasados.

Gastronomía

Por supuesto, el hedonismo también tiene su lugar en Casas Grandes: no dejes de probar el asado de puerco (cerdo en chile colorado), el famoso guisado abigeo (machaca en chile colorado), carne asada, caldillo ranchero, el delicioso pay de durazno y nuez o la cremosa paleta de sotol. Por cierto, este destilado que se obtiene por fermentación de la piña de la planta dasylirion y que los paquimeitas cocían en sus hornos prehispánicos es originario de la región. Pregunta por el sotol curado con víbora, con un ligero sabor a tierra y el perfume de un destilado ahumado.

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Casas Grandes es un pueblo pequeño, valga la ironía. Pero una visita a este sitio extraordinario es digna del recorrido que hay que hacer para llegar.

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