Las palapas donde se ofrecía la pesca del día siguen ahí, esperando a quien disfruta de la sencillez de la vida costeña. Sin embargo, recientemente surgió una apuesta gastronómica más arriesgada que actualiza los orígenes de la cocina oaxaqueña y honra los ingredientes locales.
Un ejemplo es Almoraduz, el restaurante de Shalxaly Macías y Quetzalcóatl Zurita, cocina de autor con espíritu global. Tanto en su carta como en el menú degustación todo va cambiando de acuerdo con la temporada, en un afán de que todo sea fresco, de alta calidad y respetuoso con el entorno.
Un restaurante imperdible es Kakurega Omakase, el proyecto culinario japonés del Hotel Escondido. A la vista es un lugar hermoso y sencillo, al paladar es una explosión de sabores a cargo de Keisuke Harada. Solo 12 comensales al día pueden disfrutar el menú degustación armado con la oferta del mar y sus mercados locales. Es indispensable reservar con mucho tiempo de anticipación.
No puedes irte de la costa oaxaqueña sin beber un mezcal, y uno de los lugares ideales para hacerlo es Bar Cobarde. Aquí podrás hacer una cata de mezcal artesanal y probar su carta que cambia día a día, mientras escuchas música en medio de la naturaleza.