El viaje a este rincón de la península estaría incompleto sin la visita a una zona arqueológica. Lo mejor es contratarla con una agencia de turismo local, pues sus guías conocen bien los caminos y comparten historias sobre la selva, la vida local y el intercambio cultural con Belice.
Entre los sitios cercanos, el que más vale la pena visitar es Kohunlich. Si bien el paisaje de la región ha sido transformado por la agricultura, conforme uno se aproxima a la zona arqueológica, la vegetación se alza en todo su esplendor. La selva de corozo, llamada así por la especie de palma que domina el paisaje, hace que la visita sea un deleite, pues además de la sombra, el viento entre las hojas produce un sonido similar al de una cascada. Lejos de ser monumentales, aquí las construcciones destacan por sus detalles geométricos y fascinantes. Sin duda, las estrellas de este sitio son los enormes mascarones de estuco que aún conservan restos de la pintura original.
Para quien tenga un ánimo más explorador, la recomendación es rentar un carro y lanzarse a Calakmul, la segunda reserva de la biosfera más grande del continente. En el corazón de esta selva se encuentra la zona arqueológica del mismo nombre: una de las ciudades más poderosas de su tiempo, rival de Palenque y de Tikal. Es necesario ir con un guía para no perderse, llevar buenos zapatos, agua y manga larga para protegerse del sol y los mosquitos. El avistamiento de especies silvestres es frecuente, desde coatíes hasta tucanes, hongos de colores, monos aulladores… Una vez en la cima de su pirámide más alta, no queda más que entregarse a la visión de la selva, conservada gracias a las comunidades.
Si estás buscando un destino para relajarte, conectar con el pasado maya y dejarte envolver por los insospechados colores de la naturaleza, Bacalar es el destino para ti.