Cancún: guía para vivirlo como un local
Este destino turístico se ha convertido en una ciudad con vida y personalidad propias más allá de la zona hotelera. Cancún ya cumplió medio siglo de vida, es momento de conocerlo de otra manera.
Fue en los años 70 cuando aquel brazo de playas vírgenes que rodeaba la Laguna de Nichupté, en la costa de Quintana Roo, comenzó a transformarse en un destino turístico. Lo que prometía ser un desarrollo pausado y en armonía con la naturaleza dio un giro inesperado en los años 90, cuando los resorts y los hoteles all-inclusive se volvieron la norma en Cancún. La gran demanda de personal hizo que trabajadores de turismo de todas las regiones de México llegaran a esta esquina de Quintana Roo en busca de oportunidades. Hasta la fecha, mientras que algunos van y vienen temporalmente, otros se han quedado para hacer una vida. La zona hotelera —del kilómetro 0 de avenida Kukulcán hacia el mar— está prácticamente reservada a los hoteles y los visitantes. Del kilómetro 0 hacia tierra firme, Cancún es una ciudad con escuelas, universidades, parques, centros hospitalarios, grandes avenidas, mercados y muchos lugares por descubrir. Aquí te contamos un poco sobre ellos.
El Mercado 28
A cinco minutos de la estación de autobuses ADO se encuentra este mercado, uno de los primeros de la ciudad. Muchos de los visitantes llegan hasta aquí con la recomendación de comer en El Cejas, un restaurante de pescados y mariscos que desde 1987 ofrece precios accesibles y una sazón que bien podría ser veracruzana. También hay puestos de frutas, verduras, comida preparada, ropa y artesanías. En los alrededores hay coloridos murales que reflejan parte de la vida y del talento locales (selfie obligatoria). Eso sí, hay que llegar temprano, porque el calor en Cancún es avasallante. A unos pasos del mercado está la llamada Plaza Bonita. Ahí se encuentra el Taller de las Hamacas, donde se pueden comprar auténticas piezas yucatecas de la mejor calidad y con diseños y colores extraordinarios.
De playas, huertas y cenotes
No son pocos los cancunenses que pasan el fin de semana en las playas de la zona hotelera, donde muchos resorts ofrecen el pase de un día para disfrutar de la alberca y de algunas amenidades. La playa del Ritz es una de las preferidas porque suele haber poca gente; la otra cercana, accesible y familiar es Playa Las Perlas, donde se pueden rentar tablas de remo y contratar paseos en velero. Otra de las opciones para el fin de semana es darse una escapada a los lugares cercanos, como Isla Blanca, una playa al norte de Cancún, y el poblado de Leona Vicario, dentro de la llamada “ruta de los cenotes” en el municipio vecino, Puerto Morelos. Para llegar a Isla Blanca, basta con tomar la avenida Bonampak desde el centro de Cancún y conducir durante 15 minutos hasta donde termina el camino pavimentado. La zona es una especie de arenal junto a una laguna de nivel muy bajo (conocida como La Ciénega), donde suelen avistarse flamencos en ciertas temporadas. Esta zona pudo haber sido la cabecera de la antigua provincia maya de Ekab (a la que pertenecían Isla Mujeres, Kankun y Tulum, entre otras ciudades y puertos); incluso se dice que hay pequeñas ruinas arqueológicas dentro del manglar pantanoso, hoy inaccesibles. Los cancunenses prefieren quedarse del lado del mar y disfrutar de la playa. Se trata de una duna costera, sin vegetación alta y prácticamente no hay infraestructura, por lo que resulta fácil imaginar cómo era Cancún antes de su poblamiento.
A la entrada de Isla Blanca hay pocos restaurantes. Uno de ellos es el Flamingos, a pie de playa, muy recomendable para pasar el día con la familia. El resto de la zona cuenta con áreas para acampar, así como escuelas de windsurfing y kitesurfing. No hay palapas o tienditas, por lo que es necesario llevar una sombrilla o improvisar una, como hacen los locales, con palmas caídas. No hay que olvidar la hielera ni el repelente, porque los mosquitos de la laguna acechan apenas comienza a caer el sol. El poblado de Leona Vicario se encuentra en el municipio vecino de Puerto Morelos. Para llegar, es necesario tomar la carretera que conduce a Holbox. En el camino hay varios parques que ofrecen actividades de aventura, pero lo mejor es buscar los cenotes más pequeños, pues el costo de la entrada resulta más accesible, además de apoyar con ello a las comunidades; usualmente están señalados con sencillos letreros hechos por los propios ejidatarios. También hay una serie de huertos y viveros que ofrecen plantas y muebles artesanales para decorar el jardín. El atractivo principal en Leona Vicario es su mercado, que solamente se instala los domingos. Ahí la comunidad ofrece los productos del huerto maya: cilantro-rábano, calabazas criollas, xpelones, matas de chaya fresca y reluciente, pozol (bebida de maíz con cacao y coco), pollo de rancho, pescado y marisco del día, además de un sinfín de platillos de cocina regional, como los tamales de cochinita, el relleno negro, los tacos de lechón, la morcilla… Un deleite para quien viaja con el paladar como brújula. A unos tres kilómetros hay una laguna donde se puede remar en kayak y sorprenderse con la calma y los colores del atardecer.
De shopping
El nuevo centro comercial de los cancunenses se encuentra en Puerto Cancún, un fraccionamiento estilo Miami, con enormes residencias, campos de golf, edificios corporativos y torres de departamentos, todo muy blanco y de diseño vanguardista. El centro comercial es pet friendly y el principal atractivo de los locales está en el andador, junto a la caleta artificial, así como la explanada que se encuentra a un lado del área de comida. Las vistas hacia la Torre Tiburón son deslumbrantes, y en la marina se pueden ver yates lujosos que hacen pensar en otras latitudes. Además de las clásicas tiendas de retail, están puntos de encuentro como el Barezzito y Cinépolis.
Para conocedores
En Cancún hay lugares para todos los gustos y presupuestos. Sin embargo, varios establecimientos logran hacerlos coincidir. Uno de ellos es “Salbutilandia”, nombre con el que los cancunenses identifican un tramo de la Avenida López Portillo en el que abundan los puestos de antojitos regionales. Como el nombre lo indica, es el reino de los salbutes (de carne molida, de huevo, de pollo, de relleno negro…), pero también hay panuchos, empanadas, sopes y un largo etcétera. Dos epicentros del antojo se encuentran en una de las pocas plazas públicas en donde siempre hay actividades culturales y de entretenimiento popular, el Parque de Las Palapas: aquí los puestos de marquesitas y los esquites siempre tienen largas filas. Finalmente, los tacos de carnitas de El Polilla son ya toda una institución en la ciudad, pues están estratégicamente ubicados a pasos de la Avenida Tulum y de la famosa Glorieta del Ceviche, sobre la Avenida Carlos Nader. En esta última vialidad y en las cercanías hay una serie de locales pequeños y acogedores para cenar y tomar algún coctel, como La Fonda del Zancudo, el Bar Amarula o el clásico Café Nader. Y más hacia el sur, en la supermanzana 19 (así se dividieron los lotes residenciales en los años 70) se encuentran el Café Marakame, con música en vivo, y Café Antoinette, cuya patisserie estilo francés ofrece un pan exquisito.
A 50 años de su fundación, Cancún es una ciudad con casi un millón de habitantes, llegados no solo de todos los rincones de México, sino también de varios lugares del mundo. De ahí que su oferta de entretenimiento sea diversa y ecléctica, perfecta para los viajeros curiosos que aprecian las expresiones locales.
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