Guadalajara
De ida y vuelta
La capital de Jalisco nunca decepciona. Incluso en un viaje de negocios o de fin de semana se puede experimentar su vibrante vida cultural y, por supuesto, su imperdible escena gastronómica.
“Tienes el alma de provinciana”, dice uno de los versos que Pepe Guízar le dedicó a Guadalajara en su célebre canción de mariachi compuesta en 1937. Y aunque 80 años después sigue siendo una de las preferidas del repertorio, de aquel verso no queda más que la tonada. Con más de cinco millones de habitantes en su zona metropolitana, La Perla de Occidente es la tercera ciudad más importante del país, no solo por su intensa actividad agroindustrial, sino también por su increíble oferta cultural y gastronómica. Por eso, aunque uno vaya de pisa y corre, siempre puede encontrar algo novedoso o entrañable en sus barrios tradicionales y modernos.
Santa Tere, tradicional y sabroso
En las calles, locales y mercados del barrio de Santa Teresita todavía se respira un encanto antiguo. Su oferta gastronómica incluye el delicioso menudo de la fonda La Mariquita, el pozole del restaurante La Gorda, las imbatibles Karnes Garibaldi, cuyos frijoles refritos con elote y jugos de carne son legendarios, y Xokol Antojería, con menús de temporada que elevan a niveles de arte los sabores de la milpa.
Centro, alimento para la mirada
El punto de partida para visitarlo es, por supuesto, la Catedral. De sus andadores, el de la calle Pedro Loza alberga una casona ecléctica y porfiriana que hoy se ha convertido en uno de los hoteles más lindos de la zona, Casa Pedro Loza.
Para comer, la tradicional birria de chivo de Las 9 Esquinas es todo un clásico, junto con los Lonches Amparito, una exquisita versión tapatía de la torta.
Chapultepec, vibrante y diverso
Este es el barrio con mayor efervescencia creativa de La Perla de Occidente. Jardines porfirianos, arriesgadas fachadas art déco e incluso las casas de influencia funcionalista de Luis Barragán se han convertido hoy en hoteles, galerías de arte, librerías, tiendas de diseño y restaurantes para todos los gustos. Vale la pena comenzar con el mítico desayuno de Palreal, el lonche de pancita. Luego de un recorrido arquitectónico, pasar al Mercado Vía Libertad, un escaparate con lo mejor del arte contemporáneo. La pausa obligada para el café es en Fitzroy o en Caligari.
Para una de esas comidas de celebración, Magno Brasserie, del chef australiano Paul Bentley, es garantía. El lugar ofrece cocteles y platillos que fusionan lo mejor de la gastronomía mundial. Al caer la noche, el precopeo puede comenzar en De la O, una cantina cálida y cosmopolita a la vez donde la música ecléctica prepara al cuerpo para lo que sigue. Dos clásicos de la zona son Galaxy 1995, para quien ama el new wave y el pop dosmilero, y el Bar Américas, que suele albergar a los DJ´s más interesantes del momento.
La Nueva Guadalajara
La capital de Jalisco sigue reinventándose hacia el norte de la ciudad. En el área de Providencia el punto clave está en el Bosque Los Colomos, uno de los parques favoritos de los locales. Además de su jardín japonés —muy instagrameable—, cuenta con un centro cultural y un centro de educación ambiental.
El recorrido a través de Los Colomos desemboca en Zapopan, un municipio que hoy forma parte de la zona urbana de Guadalajara. En el sector más moderno, en el cual abundan los edificios, los centros comerciales y los corporativos, la oferta gastronómica es vasta y de vanguardia. Tres restaurantes con grandes propuestas son Alcalde, a cargo del chef Paco Ruano, donde se hace honor a los ingredientes regionales; en Mexía, dentro del centro comercial Landmark, el chef Nico Mejía da un giro de autor a la gastronomía del occidente de México; y La Docena, cuyas ostras, almejas y productos del mar a las brasas son los favoritos de propios y extraños. Para un final dulce y sofisticado, La Postrería, de Jesús Escalera y Fernanda Covarrubias, derriba el mito de que los postres mexicanos no tienen brillo.
No cabe duda de que Guadalajara tiene planes para todos los gustos. Por supuesto, hay que elegir y, como bien saben los viajeros, siempre se debe dejar algo pendiente para tener un buen pretexto (como si fuera necesario) para regresar.
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