Permiso para aterrizar

El Salvador

Con los brazos abiertos

Por: Ivett Rangel

Una capital vibrante, la ruta más colorida, volcanes y playas por doquier. Así es la nueva joya de América Central.

Aunque El Salvador es el país más pequeño de América Central, sobran los motivos para ser de los primeros en conocer sus rincones más vibrantes. Tras la reducción de la delincuencia y la inversión en atractivos destinos, viajeros de todo el mundo, mexicanos incluidos, desean descubrir esta joya turística.

A medida que el avión se va acercando a San Salvador, capital de El Salvador, se levanta el telón: una vasta naturaleza dominada por volcanes (36, para ser más específicos) y abrazada por playas salvajes. Y dentro de ese escenario incomparable, una ciudad con ganas de contar su historia y pintorescos pueblos reunidos en la Ruta de las Flores. 

Por su geografía, El Salvador permite disfrutar de los museos de su capital por la mañana o de algún parque nacional en los alrededores y gozar del mar sobre una tabla de surf por la tarde. O bien, hacer un road trip hacia las montañas apenas amanece y saborear la vida nocturna de la capital en una sola jornada. Aquí todo está cerca. 

“El país se puede recorrer de punta a punta en seis horas, pero hay mucho que ver y que hacer por acá”, dice Raúl Castro, quien ofrece distintas experiencias guiadas en la plataforma de Civitatis desde 2019. 

Tesoros a la vista

El centro histórico de San Salvador es un gran lugar para quienes les gusta sumergirse en la historia y la arquitectura de los sitios más emblemáticos, pues ahí se encuentran la majestuosa Catedral Metropolitana, el Palacio Nacional y la Plaza Barrios. 

Esta parte de la ciudad es una de las más desconocidas no solo para el turismo, sino también para los propios residentes. Y hoy está viviendo uno de sus mejores momentos. Hace 15 años, recuerda Raúl Castro, a esta zona no iba nadie, salvo que se deseara comprar mercancía barata ignorando los riesgos: “Ni los salvadoreños íbamos, pero se hizo un reordenamiento del comercio informal, se hizo un rescate cultural y todo se limpió. Ahora todos podemos ver el patrimonio arquitectónico que ni siquiera conocíamos”. 

Este guía experto señala que hay tanta seguridad en la zona centro que se puede disfrutar incluso de noche; todo está bien iluminado y hay rooftops. “Incluso la Biblioteca Nacional está abierta 24 horas al día”, cuenta Raúl con orgullo.

En el corazón de Apaneca,

Se encuentra la iglesia principal construida en 1840, se alza entre las montañas. Además de su belleza colonial, es famosa por ser un importante centro de peregrinación para quienes buscan vivir la tradición religiosa local. Crédito: Shutterstock.

Un destino en auge

El Museo de Arte de El Salvador (MARTE) también merece una visita para ver su impresionante colección de arte salvadoreño, desde obras precolombinas hasta arte contemporáneo, y aprender sobre la historia de este país. Y de ahí, al Mercado Nacional de Artesanías para llevarse a casa un poco de la riqueza cultural en productos hechos a mano, desde textiles hasta cerámica y joyería.

Colorida y vibrante

La Ruta de las Flores invita a recorrer pueblos como Ataco, donde los murales, las tiendas artesanales y los sabores locales transforman cada esquina en una experiencia única.
Crédito: Shutterstock.

Otro imperdible es el Boquerón, un volcán inactivo transformado en un parque nacional de 54 hectáreas al noroeste de San Salvador y que sirve de escape de la ciudad con senderos para caminar y conocer la flora y fauna endémica, así como vistas panorámicas impresionantes.

Uno de los paseos más emblemáticos

de El Salvador es la Ruta de las Flores, un recorrido que pasa por las montañas, pueblos coloniales y paisajes montañosos que dejan sin aliento. Crédito: Shutterstock.

La ruta más bonita

Si buscas una escapada llena de color, cultura y encanto natural, la recomendación es la Ruta de las Flores, el recorrido más popular de El Salvador, que permite explorar encantadores pueblos coloniales, paisajes montañosos y una explosión de color que deja sin aliento.

Estos pueblos, ubicados por encima de los mil metros sobre el nivel del mar y a media hora de distancia uno del otro, representan una oportunidad para sumergirse en la cultura salvadoreña, donde sobresale la hospitalidad de su gente y su historia vive enraizada a los cafetos. Aunque cada pueblo tiene una personalidad propia. Basta con perderse en sus calles empedradas para descubrirla. 

La primera escala, de acuerdo con la plataforma de Civitatis, se realiza en Juayúa, donde se camina durante una hora por el casco histórico en el que destacan la iglesia de Santa Lucía y la parroquia del Cristo Negro. Y si es fin de semana, un festival gastronómico deleita a los paladares con platillos tradicionales. 

Las montañas y volcanes

han perfilado el territorio de El Salvador, cuya biodiversidad se expresa en su exquisito café y en mercados llenos de frutos tropicales que crecen en huertas familiares. Crédito: Shutterstock.

Luego se retoma el camino hasta Nahuizalco para conocer a algunas de las pocas personas que aún hablan el idioma pipil, propio de la localidad, descendientes de mayas y toltecas. Además de conocer su rica herencia indígena, se puede admirar su maestría con los telares y en el tejido de sombreros. Su mercado nocturno es un atractivo ineludible. 

Apaneca es el pueblo más alto en la Ruta de las Flores y, por lo mismo, el de clima más fresco. Recibe a los visitantes con coloridas casas y en su plaza central se puede interactuar con los habitantes al recorrer los muchos locales de artesanías. También es un destino de turismo aventura, pues se puede hacer canopy sobre tablas de surf o rodar en una bicicleta sobre cables de acero, y aquí se localiza el laberinto más grande de Centroamérica, formado con más de 2,000 árboles de ciprés. 

En Ataco, lo que roba la atención de cualquiera son los murales en las calles, ¡uno de los símbolos del lugar! Es el pueblo con más desarrollo turístico: hay hoteles boutique y cafeterías gourmet por doquier, y la alegría del Parque Central termina por contagiar a los recién llegados, quienes, de pronto, descubrirán sus intenciones de pasar más tiempo por aquí y no solo unas cuantas horas.

Nadie puede salir de esta ruta sin haber degustado conejo o yuca frita con carne, mucho menos sin beber su cultura en una taza humeante de café de altura. “El café es parte fundamental de la cultura en estos pueblos, y ha sido uno de los granos agrícolas más importantes de El Salvador por más de 100 años”, recalca Raúl. 

En esta zona también hay aguas termales: las de Santa Teresa y las de Alicante, y ¡cómo no! con tanto volcán en todo el territorio. Y las flores, que dan nombre a la ruta, cubren las laderas de las montañas entre noviembre y febrero, creando un espectáculo de colores que deja maravillado a todos.

Ataco

es uno de los pueblos pintorescos y tradicionales que forman parte de la Ruta de las Flores en El Salvador, un paseo seguro y perfecto para hacerlo en familia. Crédito: Shutterstock.

Con broche marino

Cualquier itinerario por El Salvador debe incluir uno o varios días en destinos de sol y mar, pues las playas son famosas por su belleza salvaje y sus olas para surfear. 

Desde la Ruta de las Flores se puede continuar a Barra de Santiago, “aunque todavía hay que subir y bajar (por las montañas)”, dice Raúl Castro, que también es presidente de la Asociación de Tour Operadores de El Salvador. 

Cualquier itinerario por El Salvador

debe incluir uno o varios días en destinos de sol y mar, pues las playas son famosas por su belleza salvaje y sus olas para surfear. Crédito: Shutterstock.

Por ello, la mayoría prefiere escapar a la playa desde la capital, ya que está a escasos 35 minutos de distancia. Puerto de la Libertad atrae especialmente a surfistas por su oleaje intenso y fondo de roca. En cambio, en la Costa del Sol, a media hora del aeropuerto, sí hay playas en las que chicos y grandes disfrutan por igual. 

En el oriente del país están las mejores playas. En el golfo de Fonseca se ubican aquellas con poco oleaje y fondo de arena, pero esa zona merece un viaje por separado. Hoy se puede regresar a esta joya de América Central cada que se desee. 

Las playas de El Salvador

son famosas por sus olas y su diversidad de paisajes; algunas de las más interesantes están a tan solo 35 minutos de la capital. Crédito: Shutterstock.

“El tema de seguridad en El Salvador se atacó desde la raíz, y actualmente resaltan las buenas noticias sobre las malas”, expresa Raúl Castro, ya hay confianza y todos se sienten relajados, pues se puede andar tranquilo. Actualmente llegan viajeros de todo el mundo, especialmente backpackers de Alemania, España y Suecia, “quienes abren destinos”, y viajeros de Argentina, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, Guatemala, México, Perú y República Dominicana. Y a todos se les recibe de la misma manera: con los brazos abiertos. 

Vuela a El Salvador:

Volaris opera vuelos a El Salvador desde: Miami, Ciudad de México, Washington D.C., Oakland, Nueva York, Los Ángeles, Houston, San José (Costa Rica)