Chihuahua
Un viaje a través del tiempo
El estado más grande de México también tiene grandes orígenes que han trascendido y que siguen vivos en sus diversas culturas. Te presentamos cuatro opciones para explorar Chihuahua desde la raíz.
Vivir en medio del desierto más grande de Norteamérica requiere de un gran amor al terruño. Los habitantes de Chihuahua saben bien que las sequías cíclicas abaten al ganado, acaban con las cosechas y vuelven más vulnerables a los pueblos originarios. Tal vez por ello es que los chihuahuenses del pasado y del presente han forjado una cultura de esfuerzo y una interesante historia de adaptación.
Paquimé y su legado
El viaje a los orígenes de Chihuahua comienza en las cercanías del Pueblo Mágico de Casas Grandes. Muy cerca de ahí se encuentra Paquimé, una antigua ciudad reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad debido, entre otros motivos, a su arquitectura. El grosor de sus muros de lodo colado sugiere que algunos edificios llegaron a elevarse hasta cinco pisos, y otras investigaciones también han revelado que las casas contaban con agua corriente, así como con un sistema de cisternas para su almacenamiento. Los habitantes del que fuera el centro de intercambio más importante de Aridoamérica se desarrollaron como grandes alfareros; muestra de ello son las enormes ollas de barro que utilizaban para sus entierros.
Paquimé fue abandonada por sus pobladores originales casi dos siglos antes de la llegada de los conquistadores, dejando hasta la fecha muchas interrogantes sobre su fascinante cultura. Sus vestigios están distribuidos en varios kilómetros a la redonda.
En los acantilados de los arroyos, al sur de Paquimé, se encuentra la zona arqueológica Cuarenta Casas, que debe su nombre a las viviendas de tierra compactada que fueron construidas en la cavidad de una montaña, lo que ha permitido su conservación. En algunas de ellas incluso se encontraron silos con forma de olla que se utilizaban para conservar los granos en tiempos de carestía prolongada.
La tradición alfarera de Paquimé tiende un puente espacio-temporal con el actual pueblo de Mata Ortiz, donde se produce una de las cerámicas más finas de México. Juan Quezada Celado, que recibió el Premio Nacional de Artes y Tradiciones Populares en 1999, redescubrió la técnica ancestral de los antiguos alfareros y de manera autodidacta logró recrear piezas similares a las encontradas en las cuevas cercanas y en las excavaciones de Paquimé. El artesano compartió sus descubrimientos con su comunidad y gracias a ello hoy aproximadamente 300 familias viven del arte de la alfarería.
Los habitantes de la Sierra
Otra de las rutas emblemáticas de Chihuahua es la de las Barrancas del Cobre, que atraviesa la Sierra Tarahumara. Los vestigios encontrados demuestran que hace 10,000 años se establecieron grupos humanos en esta región; se trata de los antepasados de los rarámuri, tepehuanes, guarijíos y pimas, culturas vivas que siguen siendo seminómadas. Algunas habitan en las cumbres durante la época de siembra, pero cuando arrecia el frío, se trasladan al fondo de las barrancas, donde el clima es más benigno, incluso tropical –tanto así, que en el pueblo de Batopilas los mestizos sembraron cítricos, plátanos, papayas, guayabas, aguacates y mangos–.
Una forma de ir al encuentro de estos orígenes es haciendo el recorrido de El Chepe. En algunas paradas es posible encontrarse con la presencia de los indios rarámuri o tarahumara y apreciar su forma de vivir. En sus costumbres sigue fuertemente arraigado el sentido de comunidad; la base de su alimentación preserva hasta hoy en día la tetralogía mesoamericana: maíz, frijol, calabaza y chile; la firmeza de sus creencias ha evitado la irrupción nociva del modo de vida consumista que padecemos los mestizos; y a pesar de sus carencias materiales, no ha mermado su dignidad. La obra Tarahumara, una antigua sociedad futura, una investigación de fuente directa de María Elena Orozco, puede ayudar a quien quiera conocer más acerca de la filosofía y cosmovisión de este pueblo, que en los últimos años ha destacado por su gran habilidad musical, así como por contar con excelentes corredores de largas distancias.
En la zona central del actual estado de Chihuahua habitaron otros grupos humanos. Los más conocidos fueron los apaches y los comanches; sin embargo, estas culturas no pudieron sobrevivir al paso de la modernidad. Al llegar los mestizos a la región, se construyeron cercas en las praderas en las que pastaban libremente los bisontes -sustento fundamental para la supervivencia de estos pueblos-, que luego fueron cazados de manera indiscriminada. Al establecerse las fronteras internacionales, los apaches fueron vistos como una amenaza por México y Estados Unidos, lo que derivó en su desaparición hacia 1880.
Vaqueros y mineros
Para quien visita la capital del estado por primera vez, no deja de sorprender la presencia de la cultura vaquera. Curiosamente su origen está ligado a la minería, pues las haciendas agroganaderas que florecieron en el siglo XVII se encargaron de producir el sustento de los pueblos mineros.
Durante siglos, las haciendas y las minas dependieron unas de otras. Asentamientos como Santa Bárbara, Parral y San Francisco del Oro surgieron con el descubrimiento de yacimientos minerales y atrajeron a pobladores mestizos que se establecieron en villas, pueblos y encomiendas. A principios de 1700 también se descubrieron las minas en Cusihuiriachi, Santa Eulalia y Batopilas, lo que provocó la llegada de más población mestiza. Ante la falta de mano de obra local, muchos hacendados trajeron a peones indígenas del sur de México.
Para tener una idea clara de la importancia de la minería en Chihuahua basta repasar su línea del tiempo. La ciudad más antigua del estado es Santa Bárbara, fundada en 1564. Le sigue Parral, establecida en 1631 tras hallar yacimientos de plata en el Cerro de la Cruz. En 1659, fray García de San Francisco fundó la antigua Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de Mansos del Paso del Río del Norte, hoy Ciudad Juárez. En 1704, alrededor de una rica mina, en el fondo de una barranca, surgió Batopilas. Y en 1709 se fundó el Real de Minas de San Francisco de Cuéllar, hoy ciudad de Chihuahua, gracias a las minas de Santa Eulalia.
Escenarios históricos
Para los viajeros que aman la historia de México, Chihuahua capital y Ciudad Juárez son destinos obligatorios, pues han sido cuna y escenario de las tres etapas históricas más importantes de la República. En 1811, durante la Guerra de Independencia, en Chihuahua capital fueron apresados, juzgados y fusilados don Miguel Hidalgo y los insurgentes; luego, en la época de la Reforma, el presidente Benito Juárez encontró aquí un gran número de simpatizantes para su causa y estableció durante dos años la Presidencia de la República entre la ciudad de Chihuahua y la entonces Villa del Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez. El 14 de noviembre de 1910, en el pueblo llamado Cuchillo Parado, Toribio Ortega inició la primera batalla de la Revolución mexicana. Los chihuahuenses simpatizaron con los ideales de Francisco I. Madero, y bajo el liderazgo de Francisco Villa formaron la famosa División del Norte. En mayo de 1911, las fuerzas revolucionarias tomaron Ciudad Juárez; este acontecimiento puede conocerse en el edificio que hoy ocupa el Museo de la Revolución en la Frontera, el cual expone la importante participación de la sociedad juarense en la construcción de las bases del México moderno.
Conocer el legado de Paquimé, apreciar la presencia viva de las culturas indígenas de la sierra, adentrarse en la tradición minera y ganadera chihuahuense o seguir la huella de los acontecimientos históricos en sus principales ciudades: cualquiera que sea el camino que elijas, en Chihuahua descubrirás un destino de grandes orígenes.
Vuela a Chihuahuacon Volaris
Volaris opera vuelos directos a Chihuahua desde Cancún, Guadalajara, Ciudad de México y Denver.