San Blas
Paraíso entre mar y manglares
Una peculiar reserva, un puerto histórico y una bahía envidiable hacen de este destino de Nayarit un imperdible en México.
En Nayarit hay un escenario natural digno de una épica cinematográfica: La Tovara. Basta con recorrer poco más de 60 kilómetros desde la ciudad de Tepic hasta el municipio de San Blas, donde se encuentra enclavado, para admirar con ojos propios este paraje incomparable.
Matanchén
La Tovara representa uno de los ecosistemas más singulares y relevantes de México, no solo por su riqueza biológica, sino también por su papel fundamental en el equilibrio ecológico de la región. Es un sistema de manglares y humedales que conecta directamente con las Marismas Nacionales, conformando un mosaico de hábitats que albergan una biodiversidad excepcional, protegida desde 2008.
Este refugio natural, en el que convergen aguas dulces y salobres, funciona como hogar para especies marinas y terrestres. Los manglares sirven de barrera contra huracanes y erosión, pero también como viveros naturales para diversos peces y crustáceos, esenciales para las cadenas alimenticias tanto locales como globales.
Tesoro de diversidad
Una parte de la reserva estatal Sierra de San Juan está en La Tovara. Se trata de un entorno diverso y exuberante en donde los más avezados viajeros pueden adentrarse a bordo de una lancha, a través de túneles de manglares.
En los humedales de La Tovara habitan tranquilamente 200 especies de aves, algunas migratorias y otras endémicas. Un espectáculo en el que participan águilas, flamencos rosados, garzas reales, cormoranes y martinetes, entre muchos más, y que atrae a ornitólogos de todo el mundo.
La Tovara
En el agua, por su parte, hay cocodrilos de pantano, bagres y una sorprendente variedad de anfibios, insectos y reptiles. Jaguares y ocelotes, también armadillos, han sido documentados en áreas adyacentes, confirmando el valor de este lugar como corredor biológico. Aunque en el entorno destacan los manglares (Rhizophora mangle, Laguncularia racemosa, Avicennia germinans, Conocarpus erectus), también hay helechos, lirios, higueras y orquídeas tropicales.
A través de los manglares
La Tovara se recorre a bordo de una lancha. En el embarcadero El Conchal se puede contratar un recorrido de 90 minutos a dos horas, ideal para una experiencia breve pero emocionante. En el embarcadero La Aguada se toma el paseo largo, de tres a cuatro horas, que lleva a través de un laberinto de canales de manglar hasta el Cocodrilario Kiekari.
Este parque, además de resguardar a estos impactantes reptiles, da refugio a jaguares y tortugas, entre otras especies locales. Y también se aprende sobre la conservación de la flora y fauna del lugar, un atractivo más para familias y amantes de la naturaleza.
San Blas
Ambos paseos incluyen paradas para nadar en la laguna de Camalota, un estanque natural con aguas cristalinas protegidas por una malla para mantener a salvo a los visitantes de los más dientudos residentes. Un momento único, y el más esperado, luego de navegar por varias horas bajo los rayos del sol y al abrazo de la humedad. Alivio instantáneo. Reactivación total. Disfrute de la naturaleza en su máxima expresión.
Consejo viajero imprescindible: la mejor hora para disfrutar de los paseos es temprano por la mañana o al atardecer, cuando las aves están más activas y la luz crea un ambiente mágico en los manglares. No hay que olvidar llevar ropa ligera, un sombrero o una gorra, repelente de insectos biodegradable y una cámara para capturar paisajes inolvidables.
Digno de pantalla grande
Literalmente, La Tovara es escenario de una película. Este rincón nayarita sirvió de locación para la cinta mexicana Cabeza de Vaca (Nicolás Echevarría, 1991), en la que se cuenta la historia del navegante español Álvar Cabeza de Vaca, quien naufragó en Florida en el siglo XVI. Hasta la fecha se conservan unos palafitos, a la mitad de uno de los canales que cruza por esta peculiar reserva, en los que se desenvuelve parte de la trama. El viajero se puede bajar del bote, previa petición al lanchero, para tener una imagen dentro de esas construcciones de madera, pero se advierte que es bajo riesgo propio, pues el tiempo puede haberlas hecho endebles.
San Blas
Estos recorridos en lancha sí son una experiencia recreativa, pero también ofrecen la oportunidad de apreciar de primera mano los procesos biológicos que sustentan una región y la importancia para un país y un planeta. “Al visitar este espacio, no solo experimentamos la belleza de la naturaleza, sino que también conectamos con el imperativo de protegerla”, señalan a cada momento quienes viven por acá.
La experiencia por La Tovara encuentra su mejor cierre con las delicias de la cocina nayarita: pescado zarandeado, tacos de camarón o ceviche de mariscos frescos en alguno de los restaurantes que se encuentran al final del recorrido o incluso en el mercado de San Blas. Y al comprar una artesanía de los dos grupos indígenas que ahí residen: los coras (nayeri) y los huicholes (wixarika); los primeros realizan elaborados trabajos en madera y los segundos destacan por sus coloridos tejidos, ambos con un profundo significado espiritual.
Al muelle de San Blas
Ella despidió a su amor
Él partió en un barco en el muelle de San Blas
Él juró que volvería
Y empapada en llanto, ella juró que esperaría…
San Blas
Al andar por aquí es inevitable recordar la canción del grupo Maná y sentir ganas de conocer no solo el muelle, sino todos los atractivos que tiene este pueblo costero. San Blas fue establecido como un puerto colonial durante el periodo virreinal, jugando un papel clave en la expansión del imperio español en América. Fue fundado en 1531 por fray Francisco de Rivas como un puerto de salida para las rutas comerciales con Filipinas.
A lo largo del siglo XVI y XVII, San Blas se convirtió en uno de los principales puertos de comercio en el Pacífico mexicano hacia el continente asiático. De hecho, fue el primer puerto de altura en la costa oeste de México, crucial para la flota de la Nueva España y clave para el intercambio cultural y económico entre México, Asia y el Pacífico.
En los siglos XVIII y XIX, sufrió varias transformaciones debido a la competencia con otros puertos, aunque su relevancia histórica como centro de navegación nunca fue olvidada. El Fuerte de San Blas es uno de los vestigios más representativos de esa época; se construyó a finales del siglo XVIII para defender la ciudad y el puerto de ataques piratas y ahora es un museo que revive la historia de la Colonia y de la influencia del puerto en el comercio.
Otro punto cultural importante es el Museo del Mar, que cuenta con una vasta colección de artefactos marinos y testimonios de la historia marítima del lugar. Y para sentir la atmósfera tranquila del pueblo, nada mejor que pasear por el centro, por la Plaza Principal y la Iglesia de San Blas, dedicada a su santo patrono y al que se celebra cada 3 de febrero.
¡Todos a la playa!
San Blas es un municipio costero, así que no se puede evitar disfrutar de sus playas, especialmente las de la bahía de Matanchén, célebre en el turismo sostenible y de aventura, pues aquí se puede surfear, bucear y esnorquelear, además de dar paseos en veleros.
Es un enclave de finísima arena dorada que combina belleza natural, historia ancestral y tradiciones costeras. Un rincón paradisíaco que ofrece relax, cultura y aventura, ideal para quienes buscan escapar unos días del ritmo de la ciudad.
En esta bahía hay aproximadamente 300 kilómetros de costa virgen; es posible elegir entre playas con flora y fauna impresionantes u otras ideales para la relajación. Y además, este destino cuenta con pueblos ubicados a la orilla del mar con un encanto inigualable, desde los cuales, en temporada de invierno, se pueden avistar ballenas en el mar.
Matanchén, no solo es un paraíso para los turistas, sino también un espacio de importancia ecológica y científica. Aquí se encuentra la Escuela de Ingeniería Pesquera, donde se desarrollan investigaciones clave para la reproducción de especies marinas y la conservación de la biodiversidad, incluyendo programas dedicados a proteger especies en peligro de extinción.
El pasado de Matanchén está impregnado de misterio y aventura. Durante la época prehispánica, la región fue habitada por grupos nómadas, cuyos vestigios arqueológicos datan entre los años 2100 y 1800 a.C., pertenecientes al llamado Complejo Matanchén. Y en la época colonial, sus costas sirvieron de refugio para bucaneros, lo que añade aires de leyenda.
Las hermosas playas de Matanchén son parte de esta aventura nayarita. Desde la capital del estado se llega a San Blas, pero hay que recorrer otros ocho kilómetros más hasta la bahía. Este trayecto resume lo que caracteriza a la Riviera Nayarit: paisajes tropicales, exuberante vegetación y un destino que está esperando a quienes viajan y se divierten mientras cuidan la naturaleza.
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